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Tuesday, January 19, 2010
Los tres escuadrones dirigidos por San Martín sablearon a infantes y artilleros para dirigirse a continuación contra la caballería realista. En ese momento apareció desde la columna de Soler el teniente coronel Necochea con su escuadrón Escolta y el 4º escuadrón de Granaderos para atacar a la caballería realista, la que, al verse acometida desde dos direcciones, volvió grupas y escapó hacia el portezuelo desde la Colina. El general entregó el mando de la caballería al coronel Zapiola, ordenándole la persecución.
Como consecuencia de estas acciones, los infantes realistas empezaron a dejar sus posiciones y a desbandarse. Algunos oficiales lograron reunir a parte de los dispersos y formar un cuadro, pero fueron atacados por O’Higgins con los batallones 7 y 8 que, tras superar el barranco que fuera causa de sus fracasos anteriores, cargaron y pusieron en fuga a esos restos de la posiciones enemiga, causándoles fuertes bajas.
Los derrotados realistas se replegaron hacia la hacienda de Chacabuco y, al ver cortada su retirada por la división de Soler que ocupaba el valle, pretendieron resistir desde las tapias de la viña y el olivar contiguos, pero debieron rendirse enseguida. La caballería patriota persiguió a los que lograron huir del campo de batalla unos 20 km hasta el portezuelo de la Colina, sembrando el camino de cadáveres.
Los realistas sufrieron 500 muertos, 600 prisioneros, entre ellos 32 oficiales, toda su artillería, parque y municiones, 2.000 fusiles, 2 banderas y un estandarte. Las bajas patriotas consignadas en el parte del triunfo indicaron 12 muertos y 120 heridos, pero como ésas son las cifras computadas apenas terminada la lucha, puede asegurarse que fueron superiores.
El general Gerónimo Espejo, que participó en la batalla como cadete, en su libro “El paso de los Andes”, consigna 132 muertos y 174 heridos, y hace ascender a 600 los muertos realistas. Entre las bajas patriotas, el de más jerarquía fue el capitán de Granaderos a Caballo Manuel Hidalgo. En su parte, San Martín sintetizaba su victoria con estas palabras: “Al Ejército de los Andes queda la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile”.
La persecución no se prolongó con más energía por el estado del ganado, que había hecho un gran esfuerzo en la campaña, culminándolo en la batalla. Por otra parte, San Martín no descartaba una reacción de las fuerzas realistas que permanecían en la capital: los Húsares de Abascal, la masa de los Dragones de la Frontera, los batallones Chiloé y Chillán y 250 artilleros con dieciséis cañones.
Justamente, el jefe de los húsares, teniente coronel Barañao, nativo de Buenos Aires y el mejor oficial de caballería del ejército realista de Chile, propuso reunir la caballería, montar en la grupa de cada caballo un infante y con esa fuerza (alrededor de 1.600 hombres), atacar por sorpresa durante la noche a los vencedores de Chacabuco. Pero Marcó del Pont carecía de la energía necesaria para adoptar semejante plan y sólo pensó en la fuga, evacuando la ciudad. Pese a ello, días después el pusilánime capitán general de Chile cayó prisionero de los patriotas.
Apenas terminada la lucha, se suscitó un serio incidente entre los dos brigadieres que ocupaban los más altos cargos en el Ejército de los Andes subordinados a San Martín. Enterado Soler de la razón por la cual no se cumplió el plan de batalla, se acercó a O’Higgins a reprocharle su conducta. Benjamín Vicuña Mackenna, en su libro “Ostracismo del General D. Bernardo O’Higgins”, recuerda que en un manuscrito, el prócer chileno dice que “[...] llamó su atención un bizarro jinete con el caballo cubierto de espuma, haciendo señas con la espada para que se detuviese. Era el brigadier Soler que venía en su demanda, y sin saludarle, púsose a apostrofarle de temerario e insubordinado y de haber comprometido del modo más culpable el éxito de la batalla, ante lo cual el general chileno le contestó con frialdad que no era el momento de entrar en polémicas”.
Este desplante de Soler motivó una situación de gran tirantez entre ambos, que llegó a provocar un desafío. San Martín decidió entonces separar del ejército a su mayor general, pese a que lo consideraba uno de sus oficiales más capaces. Un mes después de la batalla, Soler regresó a su patria, donde tuvo una destacada actuación en las luchas intestinas en la provincia de Buenos Aires y, especialmente, en la guerra contra el Imperio del Brasil. También se desempeñó en la política bonaerense y hasta cumplió misiones diplomáticas. Murió en Buenos Aires en 1849 a los sesenta y seis años de edad. El brigadier Antonio González Balcarce lo reemplazaría en sus funciones en el Ejército de los Andes.
Tras la batalla, San Martín concentró sus fuerzas en la hacienda de Chacabuco, adoptando las medidas de seguridad adecuadas durante la noche. El 13 a la madrugada, el ejército reinició la marcha, llevando al escuadrón Escolta de Necochea como vanguardia. El 14 de enero entró el Ejercito de los Andes a Santiago y, al día siguiente, San Martín convoco a una asamblea para nombrar al jefe supremo del Estado.
La elección recayó por aclamaciones su persona, pero el héroe rechazo la designación y llamo a una nueva asamblea, lo que nombro director supremo al brigadier Bernardo O’Higgins. En su primera proclama, el 17 de febrero, el flamante gobernante Chileno expreso: “Ciudadanos: elevado por vuestra generosidad al mando supremo (del que jamás pude considerarme digno) es una de mis primeras obligaciones recordaros la mas sagrada que debe fijarse en vuestros corazones.
Nuestros amigos, los hijos de las Provincias del Río de la Plata, de esa nación que ha proclamado su independencia como el fruto precioso de su constancia y patriotismo, acaban de recuperarnos la libertad usurpada por los tiranos. Estos han desaparecido cargados de su vergüenza al ímpetu de un ejercito virtuoso y dirigido por la mano maestra de un General valiente, experto y decidido a la muerte o la extinción de los usurpadores […]”.
Y al dirigirse a las otras naciones, les decía: “Ha sido restaurado el hermoso reino de Chile por las armas de las Provincias Unidas del Río de la Plata bajo las ordenes del General San Martín”.
Es una lastima, que en el devenir de los tiempos, los chilenos hayan olvidado que gracias a los argentinos ellos son libres; y que no hayan desaprovechado ninguna oportunidad para atentar en contra del país que les dio su independencia.

Los derrotados realistas se replegaron hacia la hacienda de Chacabuco y, al ver cortada su retirada por la división de Soler que ocupaba el valle, pretendieron resistir desde las tapias de la viña y el olivar contiguos, pero debieron rendirse enseguida. La caballería patriota persiguió a los que lograron huir del campo de batalla unos 20 km hasta el portezuelo de la Colina, sembrando el camino de cadáveres.

El general Gerónimo Espejo, que participó en la batalla como cadete, en su libro “El paso de los Andes”, consigna 132 muertos y 174 heridos, y hace ascender a 600 los muertos realistas. Entre las bajas patriotas, el de más jerarquía fue el capitán de Granaderos a Caballo Manuel Hidalgo. En su parte, San Martín sintetizaba su victoria con estas palabras: “Al Ejército de los Andes queda la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile”.







Es una lastima, que en el devenir de los tiempos, los chilenos hayan olvidado que gracias a los argentinos ellos son libres; y que no hayan desaprovechado ninguna oportunidad para atentar en contra del país que les dio su independencia.
Sunday, January 17, 2010
Los elementos de seguridad realistas rechazados pudieron replegarse sobre el grueso de su ejercito sin que la caballería patriota pudiera impedirlo, a causa de las características del terreno escabroso que no le permitió maniobrar. De todas maneras, la corta persecución evito que el comandante Marqueli, que había quedado al mando de esos efectivos, hiciera pie en el cerro de las Tórtolas Cuyanas, posición adecuada para ofrecer una nueva resistencia.
La división de Soler inicio su marcha por la Cuesta Nueva, mientras O’Higgins avanzaba con la suya por la Cuesta Vieja, alcanzando a mediodía el morro de las Tórtolas Cuyanas. Desde allí continuo su aproximación a la posición enemiga, sin esperar a la otra división, como lo establecía el plan de ataque.
Llevado por sus recelos y desobediencias, O’Higgins no cumplió el plan fijado por San Martín, que le ordenaba ejecutar un simple aferramiento frontal y busco lograr la decisión con su sola división, poniendo, con ese accionar, en riesgo la operación completa.
Cuando la división del general chileno enfrento la posición principal enemiga, desplegó sus líneas y comenzó el combate por el fuego. Una de las primeras descargas alcanzo al bravo coronel Elorreaga, quien cayó muerto.
Después de sostener durante una hora el combate por el fuego, O’Higgins ordeno pasar al asalto. Brevemente arengo a su tropa con estas palabras: “¡Soldados! ¡Vivir con honor o morir con gloria! ¡El valiente siga! ¡Columnas a la carga!”. Los tambores tocaron calacuerda y los soldados de color de los batallones 7 y 8 a órdenes de los tenientes coroneles Conde y Cramer avanzaron en columnas.
Pero a poco encontraron una grieta profunda que se extendía delante de las alturas ocupadas por el enemigo. El nutrido fuego recibido de la derecha realista se cruzaba con el de las tropas que ocupaban el morro de Chingue a las órdenes del comandante Marqueli. Los infantes debieron replegarse hasta su posición inicial.
Los granaderos a caballo también fueron lanzados a la carga, pero el terreno anegadizo del estero de las Margaritas, por el cual debían avanzar, dificultó su marcha y el fuego enemigo los obligó a replegarse fuera del alcance de éste. Inmediatamente, el coronel Zapiola envió al ayudante, teniente Rufino Guido, hacia las alturas de la serranía de Chacabuco a informar al general en jefe sobre la situación.
San Martín, al comprobar que el no-cumplimiento de su plan por la división O’Higgins podía comprometer el éxito de la batalla, gritó a su ayudante, sargento mayor Álvarez Condarco: “¡Condarco! ¡Corra usted a decir al general Soler que cruzando la sierra caiga sobre el enemigo con toda la celeridad que le sea posible!”.
A continuación cabalgó a la mayor velocidad que le permitía lo escabroso del terreno y llegó a la boca de la quebrada cuando O’Higgins ya había iniciado una segunda carga, en esta ocasión sólo con la infantería. Nuevamente los dos batallones avanzaron en columnas de ataque, con el 7 adelante, y tampoco esta vez pudieron superar el escollo de la grieta y el intenso fuego enemigo. El resultado fue el mismo del primer ataque.
Pero ahora los realistas decidieron aprovechar este éxito parcial y comenzaron los preparativos para efectuar un contraataque. Al comprobarlo, San Martín decidió actuar personalmente. Tomó de manos del portaestandarte la bandera del Ejército de los Andes, la hizo ondear para entusiasmar a la tropa y ordenó a la infantería cargar nuevamente.
Devolvió la bandera, desenvainó su sable corvo, tomó el mando de los tres escuadrones de Granaderos a Caballo y poniéndose a su frente los lanzó a la carga sobre las posiciones en los cerros Guanaco y Quemado. Al mismo tiempo, llegaban al lugar de la acción las primeras fracciones adelantadas de la columna Soler.
Eran dos compañías del batallón 1 de Cazadores de los Andes comandadas por el capitán Lucio Salvadores (200 hombres) y 80 más al mando del teniente Zorrilla, de la misma unidad, que tomaron por asalto el morro Chingue, derrotando a su guarnición, cuyo jefe, el comandante Marqueli, murió en su puesto valientemente.


Cuando la división del general chileno enfrento la posición principal enemiga, desplegó sus líneas y comenzó el combate por el fuego. Una de las primeras descargas alcanzo al bravo coronel Elorreaga, quien cayó muerto.







Friday, January 15, 2010
Para ejecutar el ataque, el Ejercito de los Andes formo dos divisiones. Una de ellas, a las ordenes del brigadier Soler, estaba integrada por los batallones 1 y 11 de Cazadores, las compañías de Granaderos y Cazadores de los batallones 7 y 8, los 3º y 4º escuadrones de Granaderos a Caballo, el escuadrón Escolta y siete piezas de artillería. La otra, al mando del brigadier O’Higgins, contaba con los batallones 7 y 8 (menos las compañías de preferencia), los escuadrones 1º y 2º de Granaderos a Caballo y dos piezas de artillería.
El plan de ataque contemplaba un doble envolvimiento sobre la posición realista que, San Martín suponía, estaba emplazada en la cresta de la serranía de Chacabuco. La conjetura del general en jefe se basaba en la información obtenida por su exploración, que había detectado avanzadas enemigas en las quebradas de los Morteros y la loma de los Bochinches. Por eso se imponía iniciar el ataque de noche, ya que a la luz del día los atacantes estarían muy expuestos ante la dominante posición enemiga.
Las órdenes de detalle fueron redactadas por el jefe de Estado Mayor. La primera de ellas fue difundida a media tarde. La siguiente a media noche.
El general Bartolomé Mitre narra de la siguiente manera el comienzo de la operación: “La división de Soler se interno silenciosamente en los tortuosos desfiladeros de la derecha, cubierta por una larga cerrillada. La división de la izquierda trepo la cuesta, formada en columna.
Una guerrilla del numero 8, con su correspondiente reserva, cubria su flanco izquierdo por un sendero paralelo separado por una quebrada, con el doble objeto de llamar la atención y reconocer la posición enemiga a la vez que precaverse de un ataque de flanco. Un piquete de caballería exploraba los rodeos del camino, a fin de levantar las emboscadas en los recodos y descubrir si se habían construido fortificaciones. La guerrilla flanqueadora se posesiono de unas breñas inmediatas a la cumbre y rompió el fuego, que fue contestado por otra guerrilla que salio a su encuentro; pero apenas había cambiado algunos tiros, cuando inopinadamente aparecio la cabeza de la columna de O’Higgins dando la vuelta a un recodo a tiro de fusil, tocando los tambores a la carga.
La vanguardia realista, que no esperaba el ataque, y que había visto la columna de la derecha argentina asomar por su flanco izquierdo al termino de la cerrillada que hasta entonces la enmascaraba, y que a la vez se veia acometida por el flanco y la retaguardia, abandono precipitadamente las posiciones sin pretender hacer resistencia.
La cumbre fue coronada por los atacantes con las primeras luces del alba al son de marchas militares, y desde su altura pudieron divisar la vanguardia que se retiraba en formación cuesta abajo, y al pie de ella el ejercito enemigo formado en la planicie de Chacabuco. El primer obstaculo estaba vencido, y la batalla se daría punto por punto, con algunas variantes según las previsiones de San Martin”.
El rechazo de sus tropas de seguridad obligo a Maroto a cambiar su plan original. Desplegó su ejército en las alturas al norte de la hacienda, entre el cerro Guanaco y el morro del Chingue, bordeando la ladera del cerro Quemado. Su posición estaba parcialmente protegida por tapiales y cercos de espinas.
Su dispositivo era el siguiente: el ala derecha estaba formada por el batallón Talavera, que se apoyaba en el cerro Guanaco y tenia a su izquierda y algo a retaguardia el batallón Chiloé. Ambas unidades adoptaron formaciones cerradas. Al mando de esta ala estaba el coronel Elorreaga quien, según el historiador Bartolomé Mitre, fue el verdadero general en jefe. Entre los dos batallones se emplazaron tres piezas de artillería, mientras las dos restantes tomaron posición en el extremo derecho. En el centro del dispositivo se ubicaban los carabineros formados en columnas de compañías (el terreno no permitía una formación mas amplia), cubriendo el camino de la Cuesta Vieja. El ala izquierda quedaba constituida por el batallón Valdivia sobre el morro del Chingue. Los dragones u húsares formaban detrás de ella.
Este dispositivo cerraba el camino de la Cuesta Vieja, pero quedaba expuesto a un ataque a su flanco oeste desde el camino de la Cuesta Nueva, riesgo que se acrecentaba ante la ausencia de exploración y seguridad en ese sector.
Tras el rechazo de la fracción de seguridad, San Martín comprobó desde la cumbre de la serranía cual era el emplazamiento real de la posición enemiga.
Pudo observar el repliegue precipitado del destacamento enemigo y el grueso de su ejército ocupando sus posiciones. Entonces modifico inmediatamente su plan de ataque, ordenando a O’Higgins que persiguiera a los realistas que retrocedían para luego efectuar un ataque de aferramiento por el camino de la Cuesta Vieja y a Soler un ataque sobre el flanco y la retaguardia enemigos por el camino de la Cuesta Nueva. Además reforzó la división del general chileno con el 3er escuadrón de Granaderos a Caballo.
En sus órdenes, San Martín imponía a O’Higgins efectuar su ataque sin comprometerse, dando tiempo a la división Soler, que tenía mayor distancia a recorrer, para caer sobre el enemigo y en ese momento atacar a fondo.


El general Bartolomé Mitre narra de la siguiente manera el comienzo de la operación: “La división de Soler se interno silenciosamente en los tortuosos desfiladeros de la derecha, cubierta por una larga cerrillada. La división de la izquierda trepo la cuesta, formada en columna.






Tras el rechazo de la fracción de seguridad, San Martín comprobó desde la cumbre de la serranía cual era el emplazamiento real de la posición enemiga.

En sus órdenes, San Martín imponía a O’Higgins efectuar su ataque sin comprometerse, dando tiempo a la división Soler, que tenía mayor distancia a recorrer, para caer sobre el enemigo y en ese momento atacar a fondo.
Video de la batalla en: http://camposdemuerte.blogspot.com
Wednesday, January 13, 2010
El general Francisco Casimiro Marcó del Pont tenía sus fuerzas absolutamente dispersas como consecuencia de la “guerra de zapa” desatada por San Martín. El jefe patriota, merced a su aceitado sistema de espionaje, había logrado confundir al general realista. Y aunque Marcó del Pont estaba convencido de la necesidad de defender el valle de Aconcagua, que era la llave de los caminos que conducían a Santiago y una riquísima fuente de recursos, no hizo nada para ocuparlo con fuerzas importantes.

Sin embargo, ninguna de todas esas informaciones fueron suficientes para hacerle tomar una resolución.



El terreno en que se iba a librar la batalla se encontraba entre el río Aconcagua y la hacienda Chacabuco; el camino a Santiago era su eje. Al sur del río hay una cadena de alturas que limitan el valle. Ellas van ascendiendo perpendicularmente al río durante 15 km hasta alcanzar la cresta de la serranía de Chacabuco con 1.280 m de altura y descender hacia la hacienda, 10 km al sur.
Entre la hacienda y la serranía se encuentra la quebrada de la Ñipa y su prolongación al estero de las Margaritas, formando un largo cajón, a cuyos costados se eleva el terreno en rápida escarpa. Al norte de la unión del estero con la quebrada se yergue un mamelón aislado, el morro de las Tórtolas Cuyanas.


Preparativos y planes
Maroto reforzó las tropas de seguridad con 200 infantes comandados por el capitán Mijares, asignándole la misión de resistir cualquier ataque. Su plan preveía ocupar, en la mañana del 12, la cumbre que domina el valle de Aconcagua con todas sus fuerzas y mantenerse en ella a la espera de los refuerzos que le enviaba Marcó del Pont.




Sunday, March 29, 2009
El 9 de noviembre de 1866 se produce en Mendoza la “revolución de los colorados”, cuyo jefe político es el Dr. Carlos Juan Rodríguez, y cuyo jefe militar es Juan de Dios Videla. El contingente que debía ir a cumplir servicio en la guerra contra el Paraguay, se subleva uniéndose a los revolucionarios. El gobernador es derrocado y en su reemplazo asume Rodríguez, amigo del caudillo catamarqueño Felipe Varela. Inmediatamente la insurrección se extiende a San Juan, donde toma el poder Felipe Saa. Poco después es derrotado Paunero por los federales al mando de Francisco Álvarez en San Luís. Todo Cuyo (la región del Cuyo la comprenden las Pcias de San Juan, San Luís y Mendoza), estarán pronto en manos de la montonera, cuyo emblema es la divisa punzo.
Pocos días mas tarde, Felipe Varela cruza la cordillera. “…Todo estimulo poderosamente al patriotismo argentino, que ya estallaba estrepitosamente en Mendoza el 9 de noviembre de 1866”, dirá el propio Varela. Los pueblos se conmovían, se agitaban tumultuosa pero sordamente, llorando su libertad perdida y dispuestos a hacer un esfuerzo para reconquistarla. El General Mitre, entre tanto, redoblaba su presión y su energía, infundiendo el terror y el pánico donde quiera, lanceando por centenares a ciudadanos pacíficos y cometiendo toda clase de excesos en las personas de aquellos que creía no partidarios de su política.
Entonces, llevado del amor a mi patria y a los grandes intereses de la América, amenazada por la corona de España, creí un deber mío como soldado de la libertad, unir mis esfuerzos a los de mis compatriotas, invitándolos a empuñar la espada para combatir al tirano que así jugaba con nuestros derechos y nuestras instituciones, desertando sus deberes de hombre honrado y burlando la voluntad de la Nación. Y en efecto así lo hice, lanzando a los pueblos argentinos, desde la cumbre de la cordillera de los Andes, el 6 de diciembre de 1866, la siguiente invitación:
“PROCLAMA”
“¡Argentinos! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en 100 combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el General Mitre, gobernador de Buenos Aires.
La mas bella y perfecta Carta Constitucional democrática, republicana, federal, que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido violada y mutilada desde el año 61 hasta hoy, por Mitre y su circulo de esbirros.
El Pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameo victorioso desde los Andes hasta Ayacucho y que en la desgraciada jornada de Pavón cayo fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre –orgullosa autonomía política del partido rebelde-, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero-Bellaco, Tuyuti, Curuzo y Curupayti.
Nuestra nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en mas de 100.000.000 de pesos fuertes y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño que, después de la derrota de Cepeda, lagrimando juro respetarla.
COMPATRIOTAS: desde que Aquel (se refiere a Mitre) usurpo el gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre.
Tal es el odio que aquellos fratricidas tienen a los provincianos que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y guillotinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio, Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazabal y otros varios oficiales dignos de Mitre.
Empero, basta de victimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón y sin conciencia.
Cincuenta mil victimas hermanas, sacrificadas sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo ya de contener.
¡VALIENTES ENTRERIANOS!
Vuestros hermanos de causa en las demás provincias os saludan en marcha al campo de la gloria, donde os esperan. Vuestro ilustre jefe y compañero de armas, al el magnánimo Capitan General Urquiza, os acompañara y bajo sus ordenes venceremos todos, una vez mas, a los enemigos de la causa nacional.
A el y a vosotros obliga concluir la grande obra que principiasteis en Caseros, de cuya memorable jornada surgió nuestra redención política consignada en las paginas de nuestra hermosa constitución, que en aquel campo de honor escribisteis con vuestra sangre.
¡ARGENTINOS TODOS! Llego el día de mejor porvenir para la patria. A vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el pabellón de Belgrano para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas enemigos.
COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS!... Es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos argentinos.
¡Abajo los infractores de la ley!. ¡Abajo los traidores de la patria! ¡Abajo los mercaderes de Cruces en la Uruguayana, a precio de oro de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
¡Atrás los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente!
¡SOLDADOS FEDERALES! Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás Republicas Americanas. ¡Ay de aquel que infrinja este programa!
¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! El campo de la lid nos mostrara al enemigo; haya os invitan a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo.
FELIPE VARELA”
“Campamento en marcha, diciembre 6 de 1866”



“¡Argentinos! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en 100 combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el General Mitre, gobernador de Buenos Aires.
La mas bella y perfecta Carta Constitucional democrática, republicana, federal, que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido violada y mutilada desde el año 61 hasta hoy, por Mitre y su circulo de esbirros.




Empero, basta de victimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón y sin conciencia.
Cincuenta mil victimas hermanas, sacrificadas sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo ya de contener.

Vuestros hermanos de causa en las demás provincias os saludan en marcha al campo de la gloria, donde os esperan. Vuestro ilustre jefe y compañero de armas, al el magnánimo Capitan General Urquiza, os acompañara y bajo sus ordenes venceremos todos, una vez mas, a los enemigos de la causa nacional.

¡ARGENTINOS TODOS! Llego el día de mejor porvenir para la patria. A vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el pabellón de Belgrano para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas enemigos.

¡Abajo los infractores de la ley!. ¡Abajo los traidores de la patria! ¡Abajo los mercaderes de Cruces en la Uruguayana, a precio de oro de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
¡Atrás los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente!

¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! El campo de la lid nos mostrara al enemigo; haya os invitan a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo.
FELIPE VARELA”
“Campamento en marcha, diciembre 6 de 1866”
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