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Sunday, March 7, 2010
Jünger avanzo y salto a la trinchera cuando los defensores se alejaron corriendo a la posición de ametralladora de la derecha. Este segundo obstáculo se tomo después de que una ametralladora ligera hubiese sido acallada desde el flanco, permitiendo a otra compañía que avanzase. Un gran número de tropas británicas se rindieron y más de una docena de soldados fueron muertos por los alemanes.
Aunque Jünger desprecio tal acción, no culpó a los fusileros, creyendo que su sed de sangre lo pedía y que los británicos habían estado intentando matar a sus hombres solo unos pocos minutos antes. Avanzando, la 7º Compañía llego a las afueras del pueblo de Vraucourt. Aquí, en refugios subterráneos británicos abandonados descubrieron provisiones que no habían visto durante meses, como pan blanco, jamón y cerveza de jengibre.
En este momento, el avance del regimiento se vio detenido por su propio fuego artillero. Cuando intentaron avanzar hacia el pueblo, los fusileros tuvieron que retroceder tres veces por cañoneo que no podían detener. Cuando se hizo de noche, Jünger comenzó a recoger a sus hombres agotados y se acomodaron en los refugios subterráneos capturados.
En la mañana del 22 de marzo, Jünger recibió órdenes de atacar la línea defensiva britanica a la derecha de Vraucourt con su compañía y elementos del 76º Regimiento. Cuando sus hombres esperaban para atacar, se vieron bajo fuego artillero y disparos de aviones del Royal Flying Corps. Cuando oyó hablar de un ataque alemán por su izquierda, Jünger hizo avanzar a sus hombres, penetrando en la línea britanica sin mucha oposición.
Descubrieron que la Línea Vraucourt estaba aun en curso de realización, y que muchas partes solo tenían removido el césped. No obstante, aquellas zonas donde se habían cavado trincheras estaban siendo defendidas por los Highlanders. Jünger estaba impresionado, al decir: “no teníamos cobardes ante nosotros”.
Jünger creía que era en la lucha en trinchera donde se mostraba la valentía o el miedo real de un hombre.
“Los mas valientes avanzaron, disparando y lanzando bombas. Los demás los seguían automáticamente, como un rebaño. En combate cuerpo a cuerpo, los combatientes retrocedían y avanzaban y, al evitar las bombas asesinas del enemigo, volvían a los que estaban detrás de ellos. Solo los de la vanguardia sabían cual era la situación, mientras que más atrás se produce un pánico feroz en la trinchera.
Quizá unos pocos saltan sobre la cima y son alcanzados con lo que, por supuesto, el enemigo se siente muy alentado. Si aprovechan la oportunidad, todo esta perdido, y ahora toca al oficial demostrar lo que vale, aunque también el pueda morir.”
Jünger era precisamente un oficial así, y lucho y lanzo bombas a lo largo de la trinchera que llevaba a la carretera Vraucourt-Mory. Al anochecer se vio obligado a preparar a sus fusileros para mantener una posición defensiva.
No obstante, en ese momento, las tropas alemanas a su derecha irrumpieron por la posición britanica, y, gritando e iluminados por bengalas de señales, los fusileros se vieron envueltos en una estampida endemoniada, con los Highlanders luchando y retirándose cuando intentaban escapar de verse rodeados. En el confuso revoltijo, Jünger sintió un golpe brusco en su tórax y descubrió que había sido herido sobre el corazón. Lo irónico era que probablemente había sido herido por uno de sus propios hombres, porque llevaba un abrigo británico y podía haber sido confundido con un enemigo.
Con gran dificultad, se le persuadió para retirarse y buscar ayuda medica. Esto significaba cruzar la línea de trincheras capturadas y estaban bajo fuego artillero y de armas ligeras británicas. Jünger fue herido otra vez en la cabeza, por llevar su gorra de oficial en vez de un casco de acero. Vio al jefe de brigada y le urgió para que enviase reservas para apoyar a las tropas de asalto. Cuando Jünger llego al hospital de campo en Souchy-Couchy, un cirujano asombrado le dijo que tenia mucha suerte, porque la bala había pasado por detrás de su cabeza pero no había penetrado en el cráneo.
Jünger quedo fuera de la batalla y no volvió al 73º de Fusileros de Hannover hasta junio. Para entonces, la Ofensiva Michael había terminado en fracaso. Pese a que los alemanes habían destruido la línea de frente británica y finalmente habían penetrado 40 millas en la posición, destruyendo prácticamente el V Ejército, y obligar así a una retirada general hacia la costa.
Aunque habían logrado sorprender a los británicos y, utilizando tácticas artilleras y de infantería de asalto cuidadosamente desarrolladas, lograron irrumpir en el sistema principal de trincheras defensivo, no pudieron mantener el ímpetu del ataque. Esto se debió a un número de factores, no siendo el menor la encarnizada lucha defensiva de los británicos.
Las pérdidas alemanas el 21 de marzo no habían sido ligeras. Se ha calculado que sufrieron 39.929 bajas. Los británicos perdieron 38.512 hombres. El 73.º de Fusileros de Hannover perdió a 12 oficiales y 132 soldados, y probablemente 4 veces ese número de heridos y desaparecidos. La 7.º Compañía de Jünger había sufrido graves pérdidas por un obús británico incluso antes que alcanzasen su línea de partida. Cuando soldados valientes y agresivos como Jünger eran muertos o heridos, el espíritu atacante de las unidades alemanas se debilitaba. Los sustitutos carecían de entusiasmo o experiencia, y la disciplina estaba a punto de perderse cuando tenían la oportunidad de saquear depósitos de suministros británicos.
No obstante, las mejores unidades alemanas, como el 73.º de Fusileros de Hannover, tenían experiencia y estaban bien entrenadas, con iniciativa táctica considerable mostrada por jóvenes oficiales y suboficiales. Entrenados bajo condiciones reales y sabiendo reforzar el éxito y aprovechar las oportunidades creadas por el bombardeo artillero alemán, eran una fuerza formidable.




Jünger creía que era en la lucha en trinchera donde se mostraba la valentía o el miedo real de un hombre.









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Wednesday, March 3, 2010
El 17 de marzo, la compañía de Jünger marchó a la línea del frente alemana. La misión del Regimiento era penetrar entre los pueblos de Ecoust-St. Mein y Noreuil, campo a través por caminos hundidos, terraplenes de ferrocarril y canteras. Esta área de la línea británica lo defendían los batallones 2.º a 6.º de North Staffords, parte de la 59.ª División del III Ejército.
Los soldados de este batallón eran reservistas de segunda línea reclutados de alrededor de Burton-on-Trent. El batallón tenía una alta proporción de jóvenes reclutas y no estaba considerado como una unidad particularmente poderosa. Había pocas defensas en profundidad, y escasez de material y suministros de trinchera.
En la noche del 19 al 20 de marzo, la compañía de Jünger avanzó a refugios subterráneos de primera línea para el asalto. Por desgracia, se vieron envueltos en fuego de artillería británico y un obús cayó sobre una parte de la compañía protegida en un enorme cráter. Como consecuencia, incluso antes de comenzar la batalla, Jünger había perdido más de 80 hombres y se vio mandado a sólo 63 fusileros.
Estas fuertes pérdidas anteriores al combate deprimieron a los supervivientes, que pasaron todo un día esperando la orden de ataque bajo cañoneo irregular. No obstante, su excitación era grande ya que pasaron las últimas 5 horas escuchando y observando el bombardeo artillero alemán.
Después que Jünger y sus fusileros hubieron cruzado la primera línea de trincheras británica, corriendo entre humo y gas flotante, llegaron a un terraplén ferroviario y se vieron bajo fuego de ametralladora. Comenzaron entonces a abrirse paso a través de una red de trincheras y refugios subterráneos. Cuenta Jünger:
“Por primera vez en la guerra, vi gran número de hombres en combate cuerpo a cuerpo. Los ingleses defendían trincheras de dos terraplenes en la ladera trasera. Se intercambiaron disparos y cayeron bombas a pocos metros de distancia. Salté a la primera trinchera
tropezando con el primer travesaño, choqué con un oficial inglés con una capa abierta y su corbata suelta.
Le agarré por la garganta y le arrojé contra los sacos de arena, donde se hundió. Detrás de mí apareció la cabeza de un viejo comandante. Me gritaba: “¡Disparadle!” Dejé esto para los que venían detrás y me dirigí a la trinchera inferior.
Me enfurecí con los ingleses. Disparé mis cartuchos tan ferozmente que apreté el gatillo 10 veces al menos después del último disparo. Un hombre cerca de mí arrojó bombas contra ellos cuando trepaban para escapar. Un casco con forma de plato giraba en el aire, muy alto. En un minuto acabó la batalla. Los ingleses salieron de sus trincheras y huyeron por los batallones campo a través”.
El oficial que mandaba a los North Staffords, Teniente Coronel T.B.H. Thorne, había sido herido en la cabeza y muerto durante el ataque, que deshizo el batallón y dejó sólo bolsas aisladas de resistencia. El espíritu combativo de Jünger estaba casi fuera de control, quitó el arma a un fusilero y comenzó a disparar a los británicos en retirada. Al matar a su primera víctima a 150 metros, Jünger le observó cuando “se partió como la hoja de un cuchillo y cayó”.
Pero incluso entre tal carnicería hubo algunos momentos absurdos, como cuando uno de los fusileros de Jünger se detuvo para disparar a una liebre que había saltado y corría a través de sus líneas.
Los alemanes tenían que mantener el ímpetu del ataque para impedir a los británicos que consolidasen sus defensas. En un momento, la 7.ª Compañía se vio detenida por dos ametralladoras británicas, una en cada lado de un hoyo. Después de una breve pausa, Jünger atacó con unos pocos hombres.
Era una lucha a muerte. Después de uno o dos saltos adelante, quedé frente a la posición de la ametralladora a mano izquierda, con sólo un hombre. Podía yo distinguir claramente un casco plano detrás de un terraplén bajo, y justo detrás, una fina espiral de vapor o vaho.
Me acerqué a pequeños saltos, para no dejar ninguna posibilidad. Cada vez que me echaba al suelo, el hombre me disparaba un cargador y yo disparaba unos pocos tiros cuidadosamente. “¡Cartuchos…cartuchos!”, rodeé y le vi tirado retorciéndose sobre un lado.





tropezando con el primer travesaño, choqué con un oficial inglés con una capa abierta y su corbata suelta.






Me acerqué a pequeños saltos, para no dejar ninguna posibilidad. Cada vez que me echaba al suelo, el hombre me disparaba un cargador y yo disparaba unos pocos tiros cuidadosamente. “¡Cartuchos…cartuchos!”, rodeé y le vi tirado retorciéndose sobre un lado.
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Monday, March 1, 2010
Frente Occidental, 1918: ensordecidos por el estruendo de los proyectiles de artillería pesada, tropas de asalto alemanas cargaron en una refriega de combate cuerpo a cuerpo cuando se desencadenó la Ofensiva Michael.
Justo antes de las 9,40 horas del 21 de marzo de 1918, los hombres del 73.º Regimiento de Fusileros de Hannover del Ejército Alemán saltaron de sus trincheras a tierras de nadie, en preparación para la crítica carrera sobre los 800 metros que les separaban de las posiciones británicas. Esto se realizó durante los últimos minutos de un bombardeo artillero preliminar de cinco horas. El 2.º Teniente Ernst Jünger, que mandaba la 7.ª Compañía del 2.º Batallón del Regimiento, condujo a sus hombres llevando una capa, con un revólver en su mano derecha y un bastón de bambú en su izquierda.
Estaba furioso y sentía un deseo desbordante de matar, después de haber perdido a la mitad de su compañía en un estallido de obús perdido. Su compañía avanzó a través de un poco de alambre espinoso bombardeado y saltó sobre la trinchera británica abandonada de primera línea antes de verse bajo el fuego de ametralladora. La Ofensiva Michael estaba en marcha.
La estrategia alemana era irrumpir por las líneas británicas entre Flesquières y St. Quentin, al nordeste de Francia, y girar entonces al norte, hacia Arras.
Obligando al ejército británico a retirarse hasta el canal, se esperaba separarlo del ejército francés l sur. Los preparativos para el ataque habían durado varios meses, y los alemanes planeaban utilizar 76 Divisiones para atacar a las 29 Divisiones que formaban los III y V Ejércitos británicos. Una alta proporción de las Divisiones alemanas estaban clasificadas como Stossdivisionen (Divisiones de ataques).
En estas unidades especiales estaba la 111.ª División, del 17.º Ejército alemán, y uno de sus Regimientos era el 73.º de Fusileros de Hannover. Los alemanes pensaban irrumpir en las líneas británicas en un ataque sorpresa, utilizando avanzadas técnicas artilleras y refinadas tácticas de asalto desarrolladas en experiencias en combate y entrenamiento con fuego real. Mucho dependería del espíritu de ofensiva de los Regimientos de asalto como el 73.º de Fusileros de Hannover.
El Regimiento había servido de modo continuo en el Frente Occidental desde 1914 y había combatido contra franceses y británicos, contra estos últimos en las batallas del Somme de 1916. Para marzo de 1918, el Regimiento tenía tres batallones, cada uno con unos 600 hombres. La 7.ª Compañía del leutnant Jünger tenía unos 150 fusileros. Después de casi 4 años de acción, quedaban pocos soldados de antes de la guerra, y la mayoría de los fusileros eran jóvenes de 17 años u hombres casados de 35 años.
Su jefe, el leutnant Ernst Jünger, era un soldado hecho en la guerra. Después de una juventud algo bohemia, había entrado voluntario en el ejército en 1914 y había servido como fusilero con el Regimiento antes de ser destinado en 1915. Combatiente romántico pero también soldado de trinchera despiadado, se reveló en combate, y para 1918 había sido herido 5 veces, ganando la Cruz de Hierro de 2.ª y 1.ª clases, y la Cruz de Caballero con Espadas de la Casa de Hohenzollern.
En septiembre de 1918, iba a recibir la cruz Pour le Mérite, uno de sólo 14 oficiales jóvenes de Infantería que recibieron esta recompensa prusiana por valor. Jünger tenía dos oficiales en su compañía, y la mayoría de los pelotones tenían al mando a soldados con rango limitado y autoridad de oficiales. Sus fusileros tenían fusiles Mauser (modelo 1898) de 7,92 mm, ametralladoras ligeras Maxim 08/15, granadas y una diversidad de porras y mazas para el combate en trinchera. Para 1918, aunque bien armado, el soldado alemán era una criatura desarrapada que, con palabras de Jünger, había vivido cuatro años “con abrigos desgarrados y peor alimentado que un bracero chino”.
El 73.º de Fusileros de Hannover formaba parte de la primera ola de asalto en la Ofensiva Michael y, junto con batallones de asalto especialmente entrenados y equipados, tenía que ir muy cerca detrás de la cortina artillera móvil e infiltrarse en el sistema de trincheras británico antes de penetrar en campo abierto más allá.
Las filas de esos batallones tenían soldados muy entrenados, con sus propias armas y equipo especiales, pero eran demasiados pocos para realizar todas las tareas planeadas para el asalto. No obstante, el 73.º de Fusileros Hannover era realmente un batallón de asalto, y Jünger había entrenado a la compañía de asalto del 2.º Batallón en 1917.
En los meses anteriores a la ofensiva, el Regimiento había practicado una y otra vez las tácticas de asalto que iba a aplicar, exigiendo Jünger total realismo. Su diario de guerra señala: “En ocasiones, hacía ataques reales con la compañía en sistemas complicados de trincheras, con bombas reales, con el fin de aprovechar las lecciones de la batalla de Cambrai (de noviembre de 1917)”. Esto implicaba sufrir pérdidas y también causarlas. Sigue Jünger, “un ametrallador alcanzó al oficial de otra unidad, derribándole de su caballo mientras revistaba sus propias tropas”.


La estrategia alemana era irrumpir por las líneas británicas entre Flesquières y St. Quentin, al nordeste de Francia, y girar entonces al norte, hacia Arras.








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Saturday, January 30, 2010
Las primeras experiencias bélicas de pilotos alemanes que habrían de convertirse en ases tan famosos como Manfred von Richthofen y Oswald Boelcke se hicieron a bordo de un avión que fue tan célebre como ellos y, como ellos, brillante y temido. Era el Albatros C.I uno de los aparatos de más éxito de la guerra europea.
El Albatros C.I tenía un motor más potente que los que utilizaban en aquellos tiempos los aviones de los aliados. Su ametralladora delantera era el otro factor que lo convertía en un aparato tan ampliamente usado.
Los primeros C.I habían sido producidos a comienzos de 1915 como directos sucesores de los biplanos de dos plazas del tipo B, que eran aviones sin armas. Los proyectos derivaban del B.II que había hecho en 1914 Ernest Heinkel y de aquél conservaban no sólo la estructura general, sino también las buenas características de su vuelo.
Gracias a sus excelentes prestaciones, los Albatros que se agruparon bajo la denominación C estuvieron en servicio en la aviación alemana hasta el momento del armisticio. No faltaron en ninguno de los frentes y en todos ellos ganaron la misma fama de eficacia y fiabilidad en el combate.
A finales de 1915 apareció el C.III, que era, como de costumbre, una versión mejorada del anterior. Como éste, derivaba de un tipo B, el B.III, también de 1914, y conservaba de el las líneas y la estructura del plano de cola.
El C.III resultó un avión todavía más sólido, más manejable y más rápido que el C.I, con lo cual las peticiones de ejemplares fueron muy numerosas. Este Albatros se construyó en mayor cantidad que cualquier otro del tipo C.
Habiendo entrado en servicio a principios de 1916, estuvo en activo hasta el año siguiente. Un año de operaciones intensivas que abarcaron el reconocimiento fotográfico, la observación y el bombardeo ligero, pues era capaz de transportar una carga de 90 kilogramos de bombas.
Una variante totalmente renovada, el Albatros C.V apareció después de la transición que supuso el C.IV, también de 1916, de la que se produjeron muy pocas unidades. El C.V era algo mayor que el C.III, tenía líneas más aerodinámicas y un motor más potente. Pero precisamente el motor, que intentaba dar más fuerza al avión, fue el gran fallo del nuevo modelo.
Sus ocho cilindros en línea (en lugar de los seis que se acostumbraba) eran una originalidad que resultó en un fallo total por la difícil puesta a punto. A este grave inconveniente el C.V unió dificultades de pilotaje.
El C.VII lo sustituyó cuando se habían producido 400 ejemplares y tampoco fue un aparato de gran éxito. A pesar de ello, se construyeron bastantes unidades y estuvo activo hasta los comienzos de 1917, antes de ser sustituido.
A diferencia de esas versiones, el Albatros C.X se difundió en todos los lugares de operaciones y prestó servicios hasta mediados de 1918 con las agrupaciones de reconocimiento y observación.
El éxito de esta versión, que apareció a mediados de 1917 y que significaba el desarrollo total del C base, estuvo, sobre todo, en su motor. De la misma manera que el Albatros C.V fracasó por su propulsor, el C.X triunfó debido a él.
Era un nuevo motor Mercedes D.IV de 260 HP. Con este modelo se abandonaba la idea de los ocho cilindros en línea que tan desastrosa había resultado y se volvía a los tradicionales seis cilindros, también en línea. Las prestaciones que así obtenía el avión eran excelentes, y la capacidad de carga, muy apreciable.
La variante C.XII de Albatros hizo que se hablara del aparato como del “más bello biplano alemán del frente occidental”. Sus magníficas prestaciones lo mantuvieron en activo hasta el último día de guerra. La cuidada aerodinámica del fuselaje que le ganó la fama de belleza estaba acompañada por otras mejoras, conseguidas después de las experiencias con el C.X, del que la nueva versión conservaba el motor.
Con este modelo terminó la serie C, que había de ser sustituida por la D. Bajo esta denominación se agruparon los cazas monoplaza biplanos provistos de dos ametralladoras, que les daban una potencia temible.














Thursday, January 28, 2010
Werner Voss había nacido en 1897, y se hizo piloto a los diecinueve años, para lo cual tuvo que abandonar el cuerpo de húsares, al que pertenecía. Desde el comienzo demostró tener unas dotes naturales extraordinarias para el vuelo, dotes que supo aprovechar muy bien.
Hacia fines de 1916 servia en la famosa Jasta Boelcke y paso gran parte del invierno de ese año y del siguiente a bordo de los Albatros D.II y D.III.
Este último modelo acababa de llegar al frente, al tiempo que se dejaba de producir el estupendo Albatros D.I.
A principios de 1917 Voss fue destinado a la Jasta 5, que estaba totalmente equipada con aviones D.III.
El suyo se distinguía de los demás por los corazones rojos pintados a ambos lados del fuselaje. Con ese aparato consiguió su primera victoria, el 17 de marzo de 1917.
Esa primera victima abatida fue la que abrió la serie de veintiocho que Voss derribo en el transcurso de tres semanas solamente. Su espectacular éxito fue recompensado con la medalla Pour le Mérite en el mismo mes de abril.
Voss pasó algún tiempo con la Jasta 14 y volvió en mayo a la cinco como jefe. Su avión recibió un corazón rojo más: en la parte superior trasera del fuselaje.
Poco después Voss fue destinado a la Jasta 39, donde tampoco iba a permanecer mucho tiempo.
En el mes de julio, su buen amigo Manfred von Richthofen le ofreció el mando de la Jasta 10. al mes siguiente Werner Voss recibió un prototipo del triplano Fokker Dr.I y con el consiguió rápidamente diez victorias mas.
El 23 de septiembre, mientras volaba solo sobre Ypres, en Bélgica, fue abordado por una patrulla de la escuadrilla Nº 56 del Royal Flying Corps. Voss sostuvo un combate agotador, en el que no hubo victimas, con pilotos tan famosos como Bowman, Lewis, Rhys-McCudden, Mayberry y Hoidge.
Por fin acudieron a rescatarlo varios Albatros D.III. Cuando estaba a punto de retirarse, el avión de Werner Voss fue alcanzado repentinamente por los disparos del aparato de Rhys-David, un SE.5a, y fue derribado.
El triplano alemán cayo detrás de las líneas aliadas.
El cuerpo de Voss fue recogido y enterrado por sus enemigos con los máximos honores militares.
En el momento de su muerte, Werner Voss había conseguido abatir 48 aparatos, lo que le colocaba en el cuarto puesto por el número de victorias entre los grandes pilotos alemanes de la Primer Guerra Mundial.













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